—Puesto que el aeroplano lo encontramos entre todos —dijo Clint—, lo justo es que nos repartamos el hallazgo entre todos.
—Está bien —replicaron los otros seis al unísono.
Se pusieron todos a desensamblar el avión, haciendo siete montones iguales con los fierros oxidados y demás materiales y curiosidades que producía su operación.
—Habrá que sepultar los esqueletos antes de que se den cuenta las autoridades —dijo John.
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Se oyó de pronto una voz proveniente de la cabina cubierta por la maleza y la arena.
—Sáquenme por favor.
Impulsados por el resorte del terror, los siete cowboys arrancaron despavoridos en siete direcciones diferentes.
—¡Esperen! —les gritaba la voz—. ¡No me tengan miedo! ¡Soy un robot!
Congregados bajo un mezquite, los siete vaqueros intercambiaron opiniones y decidieron regresar a rescatar al robot y continuar con su proyecto de lucrar con los despojos del accidente aéreo.
—Quizá podamos vender también el robot—insinuó Yul —. Aunque eso podría poner en sobreaviso a la policía.
Después de remover tubos, barras, cadenas y todo tipo de metal retorcido y oxidado, lograron liberar al androide que estaba encerrado en un sarcófago cuarteado con el impacto que había ocurrido diez años atrás.
—Gracias, amigos —Dijo el el robot. —. Mi memoria contiene la sabiduría de todos los hombres buenos que han existido. Si ustedes se interesan puedo enseñarles a vivir en gran armonía con ustedes mismos y con los demás seres vivos que habitan este planeta.
—Pues yo con armonía no voy a pagar la hipoteca de mi rancho —dijo Charles.
—Los demás seres vivos no van a comprar la cebada que necesito para mis vacas —dijo Harrison.
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Vamos mejor a desarmar el androide para vender las partes —dijo Robert.
—Está bien —replicaron los otros seis al unísono.
Los siete insensatos se pusieron a desensamblar aquel magnífico ejemplar de la tecnología.
Lo último del androide que quedaba por abrir era una pequeña caja de oro, de la cual provenía un leve sonido.
—¡Es un corazón humano! —exclamaron los siete al abrirla.
¿Quién lo quiere? — preguntó alguien.
—Queremos la caja para venderla —replicaron los otros—, pero el corazón no nos interesa.
—¡Nosotros sí queremos el corazón! —gritaron los buitres desde el un árbol muerto— ¡Ya hace tres días que no comemos carne humana!
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—Hasta aquí llegó nuestra asociación —dijo Gary, desenfundando sus pistolas, encañonando a los otros seis hombres—. La caja de oro me ha hecho ver que una séptima parte de esta chatarra no me va a servir de mucho. Pero siete séptimas partes sí.
Jaló el gatillo dos veces antes de caer él mismo abatido con una bala proveniente del arma de Robert.
Sonaron otros cuatro balazos y quedaron tendidos en el llano los siete ambiciosos.
Se habían matado entre sí para quedarse con todo.
Sin interesarse ya en el corazón del androide, las aves de rapiña se lanzaron ruidosamente sobre los siete cadáveres.
* * *
Del horizonte llegó una extraña mujer que apoyaba su andar en un bastón apolillado. Con un leve toque de aquella vara cavó en una roca un hueco muy profundo. Volvió el corazón a la caja de oro y la depositó en el hueco, sellando la entrada con el poder divino que se le había otorgado.
Espantó luego a los buitres, enterró a los muertos —incluyendo los esqueletos del accidente aéreo— y se perdió en la distancia azul del infinito.
* * *
Los siete montones de chatarra están todavía ahí, en algún punto del Valle de la Muerte, por si alguno de los lectores se interesa en ir a buscarlos.
Pero en el Valle de la Vida, si buscan con ahínco sincero podrían tener la fortuna de encontrar el corazón.
REMIGIO SOL 2013 ©
What a good story! Bravo amigo, bravo.
Mil gracias, amiga Vera.
Gracias Remigio por este gran post y por recordar a estos siete magníficos del cine inolvidables y buenos actores!!
Que tengas un gran día
Gracias mil con siete, amiga Carmen.
Gracias a ti artistaaaaaaaaaaaaa