382 Palabras
CHOFER: Junípero Nogales
CIUDAD: Santa Cruz California
Junípero Nogales, el Chofer de la Escuálida Figura, como se llamaba a sí mismo, estacionó su taxi, se quitó los zapatos y echó a vagar por el bosque al borde de un profundo precipicio.
Después de debatir su existencia consigo mismo, a pesar de sus dudosos logros y mediocres audacias, concluyó que era él un inolvidable gigante de brillante sagacidad e incomparable valor.
El lápiz que llevaba en la mano derecha lo consideraba una legendaria cimitarra, continuamente glorificada con la sangre de los feroces monstruos que había decapitado en sus heroicas aventuras.
En su mano izquierda llevaba un pliego de páginas a medio garabatear, convencido de que eran ellas un escudo impenetrable con poderes de protección inigualables.
Tropezando constantemente con ramas y raíces —las cuales él creía eran huesos petrificados de sus mil esqueletos pasados— el taxista continuó permitiendo que el bosque se lo tragara.
Repentinamente, un encino sin vida que coronaba grotescamente una elevación rocosa captó toda su atención. —¡Hacia el corazón de la nada!—, gritó. ¡Hacia el corazón de la nada, donde los secretos de mi esencia prevalecerán sobre la vida y la muerte!
Ascendió rápidamente, sin importarle las espinas y rocas que destrozaban sus plantas, rasgaban su ropa y penetraban su piel. Jadeando pesadamente, cayó de rodillas al alcanzar la cima. Una solitaria rosa anaranjada adornaba como una gema el árbol muerto. La fragancia de la rosa se apoderó de sus sentidos al incorporarse e introducir ambas manos dentro del tronco hueco del encino, sacando enseguida un pequeño cofre precariamente sostenido por una serie de bandas y bisagras de acero oxidado. Al tocarla con su lápiz, la tapa del cofre se abrió y una docena de aves multicolor se lanzó al infinito.
Los ojos de Junípero siguieron la parvada silenciosa cruzando un cielo tan azul que él hubiera jurado era artificial.
En el borde del horizonte, un instante antes de que la distancia las volviera invisibles, todas las policromías perdieron su agarre del cielo.
Los quetzales sin vida piruetearon mil veces en el vacío antes de desaparecer en la oscuridad del abismo.
Junípero Nogales, el taxista escritor —el Chofer de la Escuálida Figura— ya había muerto de tristeza antes de que su cuerpo impactara el peñasco en el fondo.