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LA CALAVERA

EL ÚLTIMO CRISTERO

CAPÍTULO SIETE

LA CALAVERA

women-sweepingCon el sol aún alto llegó Sóstenes a Peñascos.

¿Ónde puedo jallar a mi tío, Don Prudencio Marfil?—le preguntó a la ancianita de ojos pícaros que andaba barriendo la plaza con una rama de palma.

Uh, pos en el pantión, oiga —contestó ella sonriendo—, ya tiene allí más de tres años.

Una profunda tristeza se reflejó en el rostro de Sóstenes.

P…Pero, ¿cómo? ¿Por qué naiden me avisó?

De seguro allí lo jalla, oiga. Sirve de que entierra su muerto allí, oiga.

No, a este lo tengo que llevar a San José Del Hormiguero. Dios se lo pague por la información, ¿tengá?

Luego se dirigió arrastrando los pies hacia el cementerio. —Vamos a llorar y rezar en la tumba de mi tío. Él es…él era hermano de mi madre.

Llegaron luego al panteón. —Hay espérame—le dijo al asno en la puerta—, no descargo a Cleofas porque orita nos vamos a ir. Nomás deja estoy un ratito con mi tío. Tenemos que llegar a San José Del Hormiguero porque Cleofas ya tiene casi un día de muerto.

manuel-antonio-matta-500dpiEn el centro del cementerio, el cual estaba dividido en dos secciones por una línea de zacate —una para los muertos pobres y otra para los ricos— había un grupo de gente discutiendo alrededor de un montón de huesos. —¿Ónde queda la sepultura de Don Prudencio Marfil? —preguntó Sóstenes.

Regresa cuando los mesquites den aceitunas, sobrino pródigo —le contestó una voz que temblaba de vieja y salía de una tumba abierta—, porque hasta ahorita no me he muerto.

Volteó Sóstenes y vio que dos hombres sacaban de un sepulcro, jalándolo de los brazos, a un ancianito güero y de ojos azules. Sóstenes corrió a abrazarlo. —¡Tío! ¡Tío Prudencio! Me habían dicho que…

Aquí vivo —le aclaró Don Prudencio—. Soy el panteonero. Pero después hablamos de nosotros. Ahorita tenemos un problema que necesitamos resolver.

12731115316JQP0yInvitó el anciano a sentarse a su sobrino en una lápida, y le contó que la noche anterior un grupo de buscadores de tesoros había llegado al cementerio a buscar un botín que una leyenda decía estaba enterrado ahí. Habían desenterrado veinticinco esqueletos. Pero el alba, y un grupo de soldados los habían sorprendido antes de que pudieran encontrar nada de valor. El problema era que ahora Don Prudencio y las autoridades tenían que identificar los esqueletos para poderlos volver a sepultar en sus respectivas tumbas. El encargado de dirigir tan importante procedimiento era el veterinario del pueblo, un hombre de pocos años y mucho mundo. En unos cuantos minutos separó —según él— los muertos altos de los chaparros. Procedió enseguida a separar los jóvenes de los viejos. Por último, separó las hembras de los machos.1345227042_261198_1345227179_noticia_grande Curiosamente esto fue lo que le resultó más difícil. Por momentos parecían los esqueletos femeninos tener vida y luchar por seguir apilados en su efímera orgía de huesos. Pero la tenacidad y los “ay se va” del veterinario resultaron triunfantes. Comenzaron los parientes a sepultar a sus muertos. Pero había un problema: una de las familias ricas no estaba satisfecha con la calavera que el veterinario aseguraba era la de Doña Perfecta Palacios, quien, en la opinión de dicha familia, había sido la mujer más hermosa que jamás había vivido y fallecido en el pueblo. —Esta calavera está demasiado fea para ser la de mi tía —le decían los Palacios al veterinario—. Aquel otro cráneo que le dio usted a la familia Chozas está más bonito. Nosotros estamos seguros que ese es el de nuestra querida tía Perfecta.

Los Chozas escucharon e inmediatamente respondieron: —Esta calavera es la de nuestra abuela. Ella era más bonita que la tía de ustedes. La prueba es que nuestra calavera es mucho más atractiva.

Ofendidos con el comentario, los Palacios desenvainaron los machetes que traían en la cintura, causando que los Chozas hicieran lo mismo.

Afortunadamente los soldados calmaron la situación antes de que se necesitara aumentar el número de tumbas.

¡Estamos dispuestos a pagarles cien pesos por su calavera! —les gritaron los Palacios a los Chozas—, ¡no queremos que la gente de Peñascos se vaya a sus casas pensando que la calavera de mi tía Perfecta está fea!

¡Nuestra calavera no está en venta! —contestaron los Chozas, que eran la familia más pobre que vivía en la sección más pobre del rancho más pobre del municipio—, necesitamos el dinero, pero vender la calavera de nuestra abuela sería una mancha en la historia de nuestra familia. Además, podría ser un sacrilegio.

¡Doscientos pesos!—gritaron los Palacios.

Los miembros más jóvenes de la familia Chozas comenzaron a ceder. —Hey, ¿por qué no? Vamos a vendérselas. Nuestra abuela se va a sentir más feliz en el cielo sabiendo que cuando menos parte de su cuerpo está sepultado debajo de un monumento de mármol, en lugar del montón de tierra en que nuestra pobreza nos permitió enterrarla.

¡Trescientos pesos!—gritaron los Palacios—, ¡y esa es nuestra oferta final!

Pero la integridad y lealtad de los Chozas más viejos no podía ser comprada con todo el oro del mundo, y así lo aseguraron categóricamente.

Don Prudencio, molesto por el desplante de falta de respeto en que la situación se había convertido, intervino y declaró: —Este es un lugar sagrado, y no voy a tolerar su comportamiento. Detrás de la puerta del atrio hay un garrafón de mezcal. Sírvanse a su gusto. Mientras tanto, entre mi sobrino Sóstenes y yo vamos a tratar de resolver el problema de las calaveras.

Los Chozas y los Palacios se dirigieron al atrio seguidos de los soldados.

¿Cómo ve usté, tío?—preguntó Sóstenes—, ¿tá fea la calavera?

Skull_with_hair_of_the_nazca_culture_in_PeruYo he visto toda clase de calaveras, sobrino. Los Palacios tienen razón; esta calavera está bastante fea.

Yo creo que los dientes que le faltan tienen muncho que ver con su fealdá, oiga, Tío. Y tamién el echo de que al parecer le ha seguido creciendo el pelo.

¿Tienes alguna idea de cómo podemos arreglarla, sobrino? Tú siempre fuiste muy inteligente.

Se tocó Sóstenes la barbilla y se quedó viendo el cráneo por unos instantes. —Voy a necesitar una lima, papel de lija, y un pedazo de material blanco sólido.

Yo te traigo la lima y la lija—dijo Don Prudencio, caminando hacia un jacal en ruinas que estaba debajo de un peral—, pero tú vas a tener que conseguir el material.

pot_bellied_pig_skull_by_minotaur_queen_stock-d2xuqyySóstenes escaló la barda de adobes desnudos y brincó al otro lado. Cinco minutos después volvió con la calavera de un cerdo en la mano. —Esto es lo que ocupábanos, tío. Pero voy a necesitar tamién unas pinzas, oiga.

Volvió Don Prudencio a entrar al jacal y salió con las pinzas.

De la calavera del puerco removió Sóstenes un número de dientes igual al de los espacios vacíos en la dentadura de Doña Perfecta. Uno a uno, los limó y los fue forzando entre los que estaban intactos. Terminado el trabajo dental, Sóstenes lijó la calavera toda alrededor hasta que no le quedó ninguna señal de pelo. La limpió finalmente con un costal de yute. —¿Qué le parece ora, tío, eh?

¡Es la calavera más hermosa que he visto en mi vida! —exclamó Don Prudencio—. ¡Estoy enamorado! ¡Estoy enamorado de Doña Perfecta, la mujer con cinco dientes de cochino!

Se rieron sobrino y tío hasta que les dolió el vientre.

skull.max_thumbnail1.jpg2e64975d-2905-4781-a884-a11221bc6868LargerCuando los Palacios vieron la calavera quedaron tan gratamente impresionados que le dieron a Don Prudencio los trescientos pesos con los que habían intentado comprar la rectitud de los Chozas.

CONTINUARÁ

REMIGIO SOL 2013

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